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sábado, 14 de abril de 2012

Alimentos transgénicos

Con la ingeniería genética, en lugar de mezclar genes al azar tomamos el gen que nos interesa y lo introducimos en el organismo deseado.
La diferencia entre un alimento transgénico y otro convencional es mínima. En principio sólo la técnica genética utilizada en su diseño, ingeniería genética versus cruce sexual o mutagénesis, pero este hecho tiene importantes consecuencias. En primer lugar, en el diseño de un alimento transgénico prima la direccionalidad frente al azar -en el cruce sexual se juntan genes al azar, mientras que en la ingeniería genética se toma el gen adecuado. En segundo lugar, en el diseño de un alimento transgénico es posible obtener la combinación genética adecuada de forma mucho más rápida. Finalmente, al construir un alimento transgénico es posible saltar la barrera de especie, gracias a lo cual es posible introducir características de un organismo en otro cercano en la escala filogenética o, como se está viendo, incluso entre especies no emparentada.
Existen centenares de alimentos transgénicos desarrollados en laboratorios de compañías privadas u organismos públicos de investigación que pueden ser de origen animal, vegetal o fermentado. Se han construido plantas transgénicas que resisten el ataque de viroides, virus, bacterias, hongos o insectos.   Hay desarrollos mucho más espectaculares. Por ejemplo, patatas transgénicas que inmunizan contra el cólera o diarreas bacterianas, o una variedad de arroz transgénico capaz de producir provitamina A. Con él se pretenden evitar los problemas de ceguera asociados a dietas basadas en este cereal. También se han diseñado alimentos transgénicos animales. Se han construido carpas y salmones transgénicos que portan múltiples copias del gen de la hormona de crecimiento. El resultado son peces que ganan tamaño mucho más rápido. Sin embargo, las mejores perspectivas de futuro se centran en la expresión de genes que codifican proteínas de alto valor añadido en la glándula mamaria de diferentes mamíferos. Estos animales producen leches enriquecidas en fármacos como el activador del plasminógeno. Recientemente, se ha descrito la construcción de un mamífero transgénico que expresa en su leche una lactasa y produce leche con un bajo contenido en lactosa. Su consumo puede resultar de interés para enfermos que no toleran este azúcar. Por último, también en el caso de los alimentos fermentados se han aplicado técnicas de ingeniería genética. Las bacterias lácticas o las levaduras de uso en el sector agroalimentario han sido modificadas con genes exógenos dando lugar a quesos en los que se acortan los tiempos de maduración, vinos con un incremento de aroma afrutado, o panes en cuya producción se obvia la adición de aditivos con capacidad alergénica.
Desde hace años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) han trabajado sobre este tema concediendo prioridad a la elaboración de los principios científicos de evaluación del riesgo que estos suponen. Todos los análisis indican que no hay datos científicos que indiquen que los alimentos transgénicos representen un riesgo para la salud del consumidor superior al que implica la ingestión del alimento convencional. 



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